El 31 de diciembre del 2019 la Comisión
municipal de Salud y Sanidad de Wuhan (provincia de Hubei, China) informó a la
OMS de un grupo de 27 casos de neumonía desconocida. El agente causante fue un
nuevo virus de la familia Coronaviridae que luego se llamo SARS –CoV-2.
Desde esa fecha a la actual se han registrado
181.761.637 casos con 3.936.755 muertes. Desde su aislamiento entonces, hemos
conocido su vía de transmisión probable al ser humano, su fácil contagiosidad a
través de la inhalación de gotas y aerosoles respiratorios, su ingreso a la
célula del aparato respiratorio por un receptor (ACE2) y posterior diseminación
al resto del organismo.
El cuadro clínico del COVID 19 es variable,
existiendo un alto porcentaje de
pacientes asintomáticos (33-45%); en los
sintomáticos se comporta en forma leve, siendo un 85% de los casos ,
presentándose de moderada a grave y crítica el 15% restante que requieren
internación en sala y UTI por ser formas severas, con un 2.5% de muertes.
Los síntomas más comunes son fiebre, superior a
37.3, tos, mialgias, odinofagia, cefaleas, disnea, dolores articulares, diarrea,
entre los más frecuentes. El tiempo de comienzo de los síntomas y la evolución
a formas graves es de una semana y de tres a cuatro semanas al fallecimiento.
Los recuperados, lo hacen dentro de las dos semanas en las formas leves y hasta seis
semanas en las formas graves.
Sin embargo, no todos los pacientes se recuperan
de la fase aguda, se calcula que un 20% tarda más de cuatro semanas y un 10%
persiste con síntomas más de 12 semanas.
De esta observación, se comenzó a estudiar esta
nueva situación, la de aquellos que persistían con síntomas pasados los tres
meses de comienzo de la enfermedad. De
ahí los conceptos de COVID agudo,
aquel con signos y síntomas tras el contagio que se extienden hasta las cuatro
semanas, COVID prolongado o Long COVID,
a los pacientes que persisten con síntomas, similares o no al de la infección aguda
mas allá de los tres meses y secuelas de
COVID, a aquellas secuelas orgánicas
o funcionales en pacientes graves o críticos que sobreviven a la etapa aguda. Se
trata de poblaciones diferentes, por un lado el COVID prolongado son pacientes
mujeres entre 35 y 50 años, sin problemas previos y los otros con secuelas son
varones mayores de 60 años con comorbilidades.
Se desconoce la causa de estos fenómenos, se
trata de explicar por persistencia viral, tormenta de citoquinas o respuesta
inmunitaria.
Cualquiera sea su causa, los afectados presentan
síntomas diversos. Se han descripto más de 200 en forma fluctuante y en brotes que generan discapacidad a quien
la padece.
Los síntomas más comunes son: fatiga, astenia, malestar
general, falta de aire, tos persistente, dolor torácico, falta de memoria,
concentración, trastornos del sueño, sudoración nocturna, cefaleas, trastornos
del gusto y olfato, taquicardia, lesiones cutáneas, mareos, calores , ansiedad,
entre aquellos que superan más del 70% de los casos.
De ahí la necesidad de un seguimiento estricto a
todos a los que han padecido de Covid
con un abordaje multidisciplinario que se enfoque en particular en
las secuelas respiratorias ,
cardiológicas, neurológicas y psicológicas a través de exámenes complementarios
(Imágenes, Laboratorio, Pruebas de función pulmonar básicas y avanzadas, ECG, Ecocardiograma
y doppler cardíaco y evaluación neurológica).
Texto escrito el 30/06/21